
Ocho meses después de su liberación, Fàtima Ofkir y su abogada Mònica Santiago rememoran en el videopodcast Raw Podcast, que dirige y presenta David Andrés, su caso. Por momentos angustioso y sobre todo muy complicado.
La historia de Fátima Ofkir, una joven española que pasó siete años en una cárcel de Omán tras ser condenada a cadena perpetua por un delito de tráfico de drogas, es un relato impactante que pone de relieve la vulnerabilidad y los riesgos legales de aceptar «trabajos fáciles» en el extranjero. Su caso, narrado junto a su abogada Mònica Santiago, directora ejecutiva de Vosseler Abogados, es un ejemplo de lucha, arrepentimiento y la fundamental necesidad de una defensa legal sólida e inmediata.
De L’Hospitalet a la cárcel de Omán
El calvario de Fátima comenzó con una oferta que prometía una cifra alta de dinero: viajar a Dubái (aunque finalmente acabó en Omán) para recoger una maleta. A sus 18 años, en un momento de vulnerabilidad, aceptó. Sin embargo, lo que le entregaron no fue lo pactado. Recibió una mochila con 7 kg de morfina, una sustancia altamente penalizada en Omán, donde su procesamiento la convierte en heroína, equiparable a 7 kg de cocaína en España.
El punto clave que se convertiría en su principal línea de defensa fue el arrepentimiento inmediato. Tras recibir la mochila y ver su contenido, Fátima sintió pánico, se desmayó y comenzó a enviar mensajes a su contacto en España diciendo que no haría nada de eso, que tiraría la droga. Ella no llegó a traficar; permaneció en su habitación hasta que la policía la irrumpió a las 5 de la mañana.
El arrepentimiento y la cooperación posterior con las autoridades (para detener al contacto de España) fueron cruciales, aunque las leyes en Omán no siempre consideran estos factores atenuantes con el mismo peso que en el derecho occidental.
Proceso judicial irregular
La detención de Fátima fue desproporcionada, con 14 policías armados, un reflejo de la extrema gravedad con que Omán percibe el tráfico de drogas, considerándolo un ataque a su cultura.
El proceso judicial estuvo plagado de irregularidades y negligencia:
- Barrera lingüística: Fátima, que no hablaba árabe y solo inglés básico, a menudo carecía de traducción en las 15 vistas judiciales.
- Defensa ineficaz: El abogado inicial, elegido de una lista proporcionada por la embajada, faltó a muchas vistas y delegó el caso en un despacho local que presentó recursos fuera de plazo.
- Sentencia firme sin conocimiento: La defensa descuidada provocó que la sentencia, que condenaba a cadena perpetua, se convirtiera en firme sin que el fondo del caso fuera debidamente valorado y sin que Fátima o su familia lo supieran con claridad.
- Falta de apoyo diplomático claro: Incluso la embajada de España le «dejó caer» que la pena podría ser de 20 años o cadena perpetua, sin confirmación clara, dejando a Fátima en la incertidumbre total durante años.
El caso ilustra la fragilidad de la justicia en sistemas legales muy diferentes y la necesidad crítica de contar con una representación legal competente y diligente desde el minuto uno.
El camino al indulto
Tras tres años en prisión, la madre de Fátima contactó con Mònica Santiago, quien al revisar la documentación descubrió que la cadena perpetua era una condena firme. Al no haber vías de recurso legal, Mònica Santiago tuvo que recurrir a una red de contactos al más alto nivel diplomático y de gracia (el indulto) para conseguir su liberación. El gran trabajo a la sombra de Mònica Santiago fueron los pilares de la defensa, buscando un indulto real del Sultán de Omán. Y es que el indulto es la única herramienta que permite revocar una condena tan severa y firme en un país con este sistema legal.
El caso de Fátima Ofkir es un recordatorio de la importancia de la abogacía en la protección de los Derechos Humanos más allá de las fronteras, especialmente en situaciones donde la persona se encuentra en un estado de vulnerabilidad extrema.